domingo, 22 de julio de 2018

Más allá del enojo

Más allá del enojo
El enfrascarnos en nuestros derechos y razones por mucho tiempo, nos llevará a permitir que nuestra relación matrimonial no funcione a la manera de Dios.
Nuestros razonamientos continuamente van y vienen entre lo que entendemos: cómo deberían hacerse las cosas y cómo no deberían hacerse. Esto nos conduce a ponernos en la posición de juez y fiscal al mismo tiempo; en donde la víctima no tiene ninguna oportunidad de ganar. 
En este punto todo lo cuestionamos y criticamos, lo cual llevará a nuestros esposos a sentirse menospreciados, no valorados y aplastados. Hecho que a su vez desencadenará un enojo constante en ambos cónyuges. Nos olvidamos de aplicar Proverbios 31:26 “Abre su boca con sabiduría,
y la ley de clemencia está en su lengua”. Y ya que las cosas no se hacen de acuerdo a nuestro ´criterio´, el enojo disfrazado de autojusticia, tomará control de nosotras. 
Desaprovechamos momentos preciosos en nuestra relación por no dejar pasar cosas tan sencillas como: la falta de orden en los cojines de los muebles, objetos personales dejados en la sala, calcetines fuera de su lugar, etc.
Proverbios 14:1 “La mujer sabia edifica su casa,
pero la necia con sus manos la derriba” es un versículo que contradecimos constantemente con nuestra actitud. Muchos matrimonios son derribados debido a nuestra testarudez y enojo.
Venimos al matrimonio (y a cualquier relación), trayendo altas expectativas (irreales) sobre nuestros cónyuges, lo cual, tarde o temprano nos conducirá al enojo y la insatisfacción constante.
Esto nos llevará a la no manifestación de gracia y misericordia hacia las diferencias que hay entre ambos, que es donde radica la verdadera riqueza y equilibrio de nuestra relación. Debemos entender que debemos ponernos de acuerdo en que, en algunos momentos, estaremos en desacuerdo y esto no deberá afectar la armonía de la relación.
El enojo nos llevará a la decepción, la decepción a la insatisfacción y la insatisfacción a la desesperanza, lo cual a su vez, nos conducirá a la mediocridad matrimonial.
En un hogar con las características mencionadas en el párrafo anterior, las gracias otorgadas por el Creador a cada cónyuge pasarán desapercibidas y lo que es peor, desaprovechadas y no celebradas. Tu pareja pensará que nada de lo que hace está bien para ti, que nada te complace y podría desencadenar en un final más lamentable… llevarlo a buscar en la calle la aprobación personal que necesita en nuevas perspectivas de mujer que él podría complacer y llenar su horma. Mujeres como éstas se encuentran a montones en nuestros tiempos (ver su retrato en Proverbios 7).
Para contrarrestar la ira y el enojo de nuestras expectativas irreales sobre ellos, debemos entregarlas al Señor; y vivir de acuerdo a 1ª Tesalonicenses 5:16-18 “Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús”. 
En el trato con el prójimo, en Colosenses 3:12 el Señor nos pide que nos vistamos de:
  • Tierna compasión 
  • Bondad
  • Humildad
  • Mansedumbre
  • Paciencia
…Y nuestro prójimo más cercano es nuestro esposo.
“Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”.
Luego nos enseña cómo debemos proceder en nuestras diferencias y pecados para con ellos:
3:13 “ Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”.
Se nos insta a soportarnos unos a otros y a perdonarnos no importa lo que haya ocurrido. Ya que Su perdón por nosotros es eterno, continuo, completo e incondicional.
Esto solo podemos vivirlo a la luz de Su Palabra, exponiéndonos a ella en oración y consagración, llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo según 2 Corintios 10:5 y pensando en todo lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable, de buen nombre, etc. según Filipenses 4:8.
El enemigo continuará lanzando sus dardos sobre nosotras, no obstante, si estamos sometidas en obediencia a Su Palabra, podremos resistir sus asechanzas y estar firmes. 
 ” Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo… Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”. Efesios 6:11,13.
Si nuestro gran Dios y Salvador nos dejó un mandamiento tan expreso en Su Palabra en Colosenses 3:13 y en Mateo 6:14-15 de perdonar en todo tiempo, toda ofensa a cualquier persona, ¿quiénes somos nosotras para ser selectivas en lo que perdonamos o no?; o, ¿a quiénes le otorgaremos nuestro perdón?, si el Divino Redentor de nuestras almas no tomó en cuenta la ofensa de quienes lo maltrataron y crucificaron (nosotras). 
Perdonar y dejar pasar por alto la ofensa es siempre el mejor camino, ya que el mismo, siempre nos conducirá a vivir vidas plenas y llenas de satisfacciones. El perdón es liberador, sanador e imprescindible para todo creyente en Cristo.
Lo contrario nos llevará a un camino de enojo, amargura y poca apreciación por lo bueno que Dios ha puesto en nuestros semejantes. Si no otorgamos perdón continuamente en nuestras relaciones interpersonales, seremos encarceladas en las rejas del resentimiento, enfermadas y atrapadas por el virus de la amargura y finalmente, esclavizadas por el odio hacia los demás; ya que como dijo alguien: “La falta de perdón es como un veneno que quiero que mi enemigo se tome, pero quien termina bebiéndolo soy yo”.
La invitación cada día es a abandonarnos en las tiernas y amorosas manos del Señor, buscando en Él toda satisfacción y plenitud de nuestras vidas. Esto nos llevará a querer servir y amar a nuestro esposo, a pesar de sus debilidades; sabiendo que él también soporta las nuestras.
¡Suelta la carga, déjalo libre de tus altas expectativas! ¡Libéralo y sé libre tú! 
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. Lamentaciones 3:22-23
Raquelina Núñez de Castillo


Escrito para el Ministerio EZER de la Iglesia Bautista Internacional y publicado el 31 de mayo de 2017. 
http://www.laibi.org/component/k2/item/996-mas-alla-del-enojo

Gana su corazón con tu testimonio

Gana su corazón con tu testimonio
Serie: Viviendo la Palabra cuando estés casada con un Asuero

Reconocemos que la propuesta de este artículo es difícil y, ¿por qué no decirlo? ¡Imposible de llevar a cabo en nuestras propias fuerzas! Por eso queremos pedirte que lo leas teniendo en mente lo que el apóstol Juan escribió al relatar las palabras de Jesús en Juan 15:5 “separados de mí, nada podéis hacer”.
Las mujeres nos caracterizamos por ser más sensibles en todos los aspectos de la vida. Y no es menos cierto, en el área espiritual. No obstante, esto no quiere decir que eso sea una constante universal, pero sí una generalidad. Y es esa diferencia la que, en muchas ocasiones, nos lleva a la frustración y ésta a la manipulación en nuestros matrimonios.
En ocasiones, podríamos desanimarnos si nuestros esposos muestran falta de interés en las cosas del Señor. Queremos que ellos estén involucrados con la misma intensidad que nosotras en los asuntos bíblicos y que puedan ser los sacerdotes del hogar, guiándonos a todos en la búsqueda de Dios. Y cuando esto no ocurre, entonces nos enfrascamos en una tarea sin cuartel, a través de las sutilezas, indirectas y otras muy directas para que puedan cumplir su función de líder del hogar. Esto nos lleva a convertirnos en la mujer de Proverbios 27:15 “Gotera continua en día de lluvia y mujer rencillosa, son semejantes”, (LBLA). Otra versión dice: “Una esposa que busca pleitos es tan molesta como una gotera continua en un día de lluvia”. Todas sabemos lo molesto que puede ser el sonido de una gotera en una superficie acústica. Quiera el Señor que no seamos una y si lo somos, nos permita darnos cuenta y cambiar.
Nuestro Padre Celestial usó al apóstol Pedro para que dejara plasmado en la Biblia, el invaluable consejo que se encuentra en su primera carta, el cual dice: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas”. 1ª Pedro 3:1.
Veamos a una joven en la Biblia que pudo aplicar este texto en su vida matrimonial, cuando aún no se había escrito; esa es la reina Ester. Ella tuvo que soportar callada, sumisa y con paciencia al rey Asuero. Un hombre impetuoso, colérico, alcohólico, caprichoso, etc. Esta tierna jovencita, se vio en medio de un matrimonio, que para cualquiera de nosotras, hoy día, sería insostenible. No obstante, ella decidió escuchar el consejo de su tío Mardoqueo, el consejo de Dios para llevar a cabo lo que se le había encomendado.
Ester estuvo en silencio y paciente en cada una de las situaciones adversas que tuvo que vivir en el palacio. Cuando su esposo la llamaba iba sin replicar, no con un espíritu rebelde ni resentido. Si no que, se presentaba de buena gana y esto influyó para llegar a convertirse en la favorita del rey. La templanza, gracia y sabiduría que Dios había puesto en ella, la llevó a poner en marcha, en el momento preciso (porque conocía a su esposo) el plan que Dios había destinado para ella, aún sin ella saberlo. Esto hizo que a una mujer indefensa, el Señor la usara para librar a una nación entera de sus enemigos y poner a un vil rey y esposo a sus pies. Les invitamos a leer esta fascinante historia en la Biblia, en el libro que lleva su nombre, Ester.
Si nuestro buen Dios pudo usar a una joven inexperta para ganar el corazón de un rey, ¿Qué no hará en nuestros matrimonios si escuchamos Su consejo? Su Palabra nos dice que “La mujer sabia edifica su casa, mas la necia con sus manos la derriba”, Proverbios 14:1. Escuchemos Su buen consejo para que, por nuestro testimonio, podamos ganar el corazón de nuestros amados compañeros de vida.
Sabemos que es difícil quedarnos quietas cuando vemos que nuestros maridos van por un camino que no conduce al bien; sin embargo, a menos que nuestras palabras vayan a edificarlos, es mejor permanecer en silencio y esperar a que Dios obre en ellos. No estamos diciendo que nunca les vamos a aconsejar sobre alguna cosa, si no que luego de haberlo hecho, no estemos como “goteras”, constantemente diciendo lo mismo. No debemos provocarlos a ira y tampoco pretender ser el Espíritu Santo en sus vidas. Recordemos que la salvación es del Señor.
Quizás pensemos que ellos no aprecian lo que hacemos o somos, pero estamos seguras de que varias de nosotras podemos testificar de que, en algún momento, ellos han alabado nuestro carácter, fe y proceder con amigos y compañeros; aunque no nos lo digan a nosotras ellos mismos.
El Señor Jesucristo fue a la cruz por nuestros pecados y eso incluye el de nuestros esposos. Sólo Él puede salvar. Confiemos en que Él está trabajando en ellos y a Su tiempo segaremos, sino desmayamos. Su brazo de poder no se ha acortado para salvar ni su oído para oír (Isaías 59:1).
Es nuestro deseo qué el Señor sea glorificado por la boca de nuestros esposos al ver nuestras buenas obras, fruto de nuestro gran amor por Él. ¡Oh, quiera el Señor que nuestras acciones hablen más alto que nuestras palabras! ¡Amén!

 Raquelina Núñez de Castillo

Escrito para el Ministerio EZER de la Iglesia Bautista Internacional y publicado el 18 de abril de 2018.
http://www.laibi.org/component/k2/item/1402-gana-su-corazon-con-tu-testimonio